jueves, 2 de mayo de 2013

El Canibalismo de los Objetos

Cecilia Eudave

                                 

El cepillo de dientes dio la primera mordida. Sí, lo recuerdo bien pese a que el cerebro ya muestra signos de acabamiento, por darle un nombre a esto de perder la cabeza por el sombrero. Me cepillaba los dientes cuando note la sangre y un ligero dolor en las encías, después, como no era de esperarse, la caída de los colmillos, las muelas, hasta quedar sin ningún vestigio blanco. Yo no comprendía entonces qué estaba pasando, atribuí el incidente a la falta de calcio, o alguna enfermedad de esas creadas (?) por encargo científico y que uno contrae sin darse por enterado. Compré -no era cosa de desesperarse- mi dentadura postiza y listo. Gran error, pero en fin, ya contaré cómo la ingrata me acabó las encías, si hay recuerdo, pues la pluma, con la que escribo, ya empieza a morderme.
..........Tuve que dejar al poco tiempo los zapatos, una mañana, al querer cortarme las uñas, me percaté de la falta de dos dedos perfectamente mutilados y suturados. En realidad perdí otro ese mismo día, el cortauñas se llevó, incontrolable, el más pequeño del pie izquierdo; ese era inservible, pero los dos gordos, si me hicieron muchísima falta. Entonces, adquirí dos muletas, y por supuesto me acabaron las axilas, mientras el reloj, que no logré quitarme a tiempo, liquidó la muñeca. Salvé un ojo y el otro sucumbió en boca de los lentes. Y ya que hago una referencia a la boca sería bueno mencionar como se comieron a los labios esas malditas cucharas, en un bocado inconcluso a la sopa los aniquilaron. Vi mis labios retorcerse entre los fideos, mientras la cuchara de postre y la sopera los acosaban, como quién en un mar amarillo arponea un par de delfines nacarados.
..........Las piernas y partes nobles vieron su fin entre los pantalones y los calzones, evito entrar en detalles porque la prisa apremia y ya llevó un dedo menos. Pero la verdad yo no me dí cuenta de que algo andaba verdaderamente mal, hasta que vi a la sala danzar alrededor de un espejo dispuesto en la mitad del salón principal. Cazaban al gato, y el perro ya estaba muerto, dentro de aquel caldero con pájaros de periódico sazonados por el plato. Las lámparas y hasta mi cama -que antes de alocarse daba pequeños mordiscos a mi espalda, en aquellas noches de constelaciones y nublados sueños, cuando aún los objetos eran civilizados y no probaban carne humana- brincoteaban con sacudidos movimientos.
..........Yo, para hablar con sinceridad, intuí que padecía alguna enfermedad de pérdida de cuerpo, y en mi obsesión por justificar mi mal me imaginaba a los objetos devorarme. No era así, lo comprueba mi falta de orejas, fueron digeridas por los audífonos cuando escuchaba un cassette de superación personal, mismo que saltó del tocacintas para robarse una mejilla pálida.
..........Escuché o leí, quizá, -porque sólo se leen estas cosas, vivirlas es verdaderamente dañino para la salud, pregúntemelo si no- de objetos que se derriten, hablan y caminan, cosas de fábulas, pero, ¿comer seres vivos? Partiendo de esta premisa fui con algún interprete o entendido de estas cosas, en ese entonces tenía mis partes nobles y medio cuerpo a lo Nesnas, un poco repulsivo podía parecer a los ojos de los completos, ni modo. Para fines de no parecer exhibicionista me improvise un atuendo de hojas y, de este modo asistí a la consulta, era natural, ya había adquirido la fobia a la ropa y a cuanto objeto existe. Hizo variantes a mis preguntas y dio su fallo: proyección desenfrenada de mis instintos sexuales y animales sobre los objetos, y ante la imposibilidad de que estos satisficieran mi necesidad carnal, los animaba en mi imaginación para culparlos de mi automutilamiento. De esa manera se explica las perfectas suturas que evitaron me desangrara. Este tipo, ignora  que estas cosas son profesionales, y poseen aparte del don de la suturación, un líquido o esencia adormecedora que anula el dolor, de manera que uno no se da cuenta cuando esta perdiendo un pedazo preciado de su anatomía.
..........La cuestión es que ya me estoy acabando, quedo sólo cabeza a medio seso, un ojo, la mitad del tronco y un brazo con cuatro dedos... corrijo, tres. La pluma ahora sí muerde en grande, lo cual anuncia mi pronto fin. Escuche, sé que no me cree nada, es lógico, yo ni viendo creía, pero mi relato es una advertencia con moraleja, para ir a tono con la situación: " Las cosas que te han de comer mejor échalas a correr" o " sí al cepillarse los dientes aparece sangre en su cepillo, no vaya al dentista, refúgiese en la selva más cercana, se evitará los bochornos y ahí por lo menos se lo comerán de una pieza."


5 comentarios:

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  2. Es la onda este cuento. me gusto la forma de escribir de la autora... muy bueno, primis de mi corazón.. sigue compartiendo este tipo de cuentos

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  3. Hermanaaaa, desde que me enseñaste ese cuento me encanto.. es la onda!! me gusta mucho la forma de escribir de la autora, súper loca!! pero genial... estaré al pendiente de todas tus publicaciones que me encantan!!

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  4. me agrado mucho la forma en que describe como nos encerramos a darles un solo uso a cada parte de nuestro cuerpo y pensar que solamente estan encasillados a ser utilizados para eso, creo que yo si correre la selva mas sercana jeje

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  5. Desde la primera vez que leí este cuento me quede maravillado con la narrativa. Cada suceso es una metafora de lo cotidiano, el mundo mecanizad que nos consume lentamente y leteralmente nos hace menos humanos, tecnicamente. Buena elección.

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